Enamoramiento juvenil en la Iglesia (parte II)


Cuando he tenido la oportunidad de tocar el tema de enamoramiento, pareja o matrimonio a un grupo de jóvenes en la Iglesia, sin importar la edad que tengan, usualmente obtengo la misma respuesta: “el amor es un sentimiento”.

Esta respuesta se percibe hasta en los padres, demostrando que este aprendizaje ha sido heredado y reforzado en casa, teniendo como resultado muchos hogares fragmentados, permisivos y hasta violentos.

Estos jóvenes, que tardan más en aprender una clase que en enamorarse de alguien, basan sus precoces y bienintencionadas relaciones de pareja bajo la premisa del sentimiento, y por consiguiente la relación se termina cuando este sentimiento se acaba; entonces cuando se les pregunta si están dispuestos a casarse en un matrimonio para toda la vida, ellos responden que no, y es entendible.

Otra situación es que estos jóvenes han crecido con una idea auto-referencial también basados en las emociones, es decir, su pareja debe hacerlos sentir bien, en la medida que cumplan este requisito la relación continua; y el otro es reducido a una visión cosificante, donde el “sirve” para generar emociones agradables en su pareja.

Lo curioso, es que ellos tienen una referencia moral adecuada aunque no argumentada de fidelidad matrimonial que colapsa cuando se les pregunta algo tan sencillo como: “si ya no tengo los mismos sentimientos por mi esposo (o esposa) y además me hace sentir mal con su comportamiento y palabras ¿podría separarme e iniciar una nueva relación con alguien que yo quiera y que me haga sentir bien?”. A continuación tengo como respuesta un silencio algo prolongado seguidos de algunos dudosos que dicen que sí. Conociendo su historia, sé que el silencio se debe a que dicha pregunta son situaciones familiares vividas con mucho dolor.

Esto me revela que los jóvenes se encuentran sin guía frente a cómo vivir sus relaciones de pareja, y esto no es algo que sólo se solucione con algunas charlas, se necesita una pastoral completa, un guiado por persona y por pareja y una asistencia frecuenta a sacramentos. Hay que tener en cuenta que el objetivo no es que dicha pareja se case, sino que ambos enamorados aprendan a relacionar el amar con una entrega constante y sobretodo total más allá de la temporalidad y que pueda ser encarnado en su futuro matrimonio, ya sea con su actual pareja u otra.


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