La familia como prioridad
Hace poco
conversaba con una familia amiga acerca de las pocas ganas que tenía una de sus
integrantes de contribuir en las labores del hogar a pesar de estar en una edad
adulta; luego de ello surgió el tema que da título a este artículo.
La mayor y
cabeza de esta familia afirmó que antes las cosas no eran así, en las familias
de hace más de cinco décadas las prioridades de vida eran otras, muchos
estudiaban en el colegio por las tardes y en las mañanas se priorizaban las
tareas del hogar y luego los proyectos personales (tareas escolares o centro de
labores) y cada quién tenía una actividad designada en la casa que podía ser
relativamente estable sin volverse rígida e inflexible, es decir, primero se
tendía la cama y se lavaban los servicios y luego recién podía hacer la tarea e
ir al colegio, finalizando con actividades de entretenimiento; si alguno se
enfermaba sólo dejaba su labor cuando ya no hubiera más remedio y tenía un
tiempo establecido de manera tácita para recuperarse mientras los demás asumían
las funciones que dejaba y además lo cuidaban, la única regla es que él pusiera
todo de sí para mejorarse.
En estas
familias estaba ausente el televisor y ni que decir el internet y la regla de
oro era que la oración y los alimentos se compartía con la presencia de todos;
esto permitía una mayor fluidez en la comunicación familiar. Cada quién se
esmeraba en sus proyectos personales para poder honrar a su familia, el triunfo era de
todos. Los momentos de discusiones eran escasos a comparación de nuestros días,
y al tener hábitos repetidos y rutinarios dejaba la posibilidad a ocuparse en
pasarla bien entre los que vivían en dicha casa. Se respetaban los errores
siendo niño pero se era menos tolerante cuando eras adulto, se entendía que
habías tenido el tiempo para aprender y que a esas alturas dicho error era
inconcebible. En resumen, la línea de prioridades estaba encabezada por la
familia, cada quién se debía a ella, antes que cualquier actividad personal ya
sea estudio o trabajo.
Pero los tiempos
cambiaron y una nueva generación llegó, junto con las ideas de independencia y
revolución, quizá difundidas por las ideologías posteriores o las revoluciones
como las de Mayo del 68’ (googlea para mayor información). En Perú puede que
esto haya sido más paulatino pero en los 80’s llegó Sendero Luminoso y a inicio
de los 90’s la crisis económica ponía en jaque la estabilidad familiar; muchos
migraron y los que se quedaron no tenían muchas opciones, la mejor forma de
obtener un trabajo seguro que permitiera al menos vivir adecuadamente era
graduarte en la universidad (con todos los esfuerzos humanos y económicos que
esto tenía) que era sinónimo de una vida segura, pues el dinero daba la
seguridad, al menos durante un tiempo fue así; es por eso que ingresar a la
universidad aún es considerado un logro a pesar de que el esfuerzo que se
realiza ya no es tanto como antes debido a que la oferta educativa actual es
bastante variada.
Las familias
tuvieron que cambiar la lista prioridades y se dio a los hijos la labor de
estudiar como máxima de vida, idea que se mantiene hasta ahora; las actividades
caseras no son una prioridad, pues no dará dinero a la casa, en cambio estudiar
si lo es, y mientras más tiempo pase en el colegio mejor, si esto es reforzado
con las buenas notas y becas obtenidas, el estudio se convierte en el centro de
la vida del niño y adolescente; no es de extrañarse la frase: “tu
único deber es estudiar”. Pero esto conlleva a una idea un poco más profunda:
primero
yo, luego mi familia; y si lo analizamos a un campo más amplio: primero
el individuo y luego la sociedad. Las familias empezaron a criar a
personas egocéntricas cuya palabra “familia”
es sinónimo de buenos recuerdos y confort emocional (en el mejor de los casos y
siempre visto en retrospectiva) pero no como proyecto a futuro y como sentido
de vida.
A esto le
sumamos que esta cultura post moderna nos ofrece la continua búsqueda del
placer por el placer y venimos de una herencia familiar que ha educado a
personas con un fin individualista, juntamos ambos componentes y tenemos el
objetivo del hombre ligth actual: piensa primero en tu propio placer y
confort, el resto (familia- sociedad) viene después.
Quizás es
necesario mirar los principios de las familias antiguas, como idea de unidad y
centro de la vida, una pequeña sociedad donde todos contribuyen y se ocupan de
todos, donde se aprecian los logros y se educan los errores, donde el centro de
la felicidad es la felicidad de los otros.
Nicanor Alvarez S.
Psicólo y psicoterapeúta.
fb: /nicanoralvarezpsi
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